Cuando platico con alguien que mi trabajo es reducir gastos, la respuesta invariable es “debes tener mucho trabajo, todo mundo quiere ahorrar”.

Entonces se genera la misma conversación con sus ligeras variantes, donde pregunto por sus gastos mensuales, como internet, teléfono fijo, cable o teléfono móvil, o por sus compras importantes como puede ser un auto nuevo o un refrigerador.

Me encuentro, la mayor parte de las veces con oportunidades de ahorro: tienen dos líneas de teléfono cuando viven solos, tienen contratados paquetes Premium de cable y no recuerdan cuándo fue la última vez que vieron una película, compraron con un sobreprecio.  ¿A qué se debe?, pregunto, y las respuestas varían entre: no le he dado importancia, no he tenido tiempo (o me ha dado flojera) hacer los cambios requeridos, no tengo tiempo de ir a varias tiendas para checar precios.

También encuentro, que la mayor parte de las personas no revisa sus facturas, no saben si se les cobra algún servicio que no contrataron o que ya no requieren.

Yo creo que el problema es más profundo: reducir gastos implica un cambio y siempre tenemos resistencia a los cambios.

Esto mismo pasa con las empresas. Aunque la mayoría de ellas quieren ahorrar, les asusta hacerlo.