El otro día mientras leía un artículo sobre la pérdida de privilegios y cómo las personas que los tienen se resisten a perderlos, pensé que en este oficio de reducir gastos nos enfrentamos constantemente con esa sensación.

Se me ocurren algunos ejemplos que vemos constantemente al hacer nuestros proyectos:

  • El cambio de un hotel que siempre se ha utilizado por otro, de la misma categoría, predeterminado por la empresa.
  • Tener un nuevo catálogo para la compra de papelería, en el cual se delimitaron marcas y tipos de productos.
  • Ajustarse a nuevos horarios en la recolección de mensajería y a nuevos representantes de las empresas que dan el servicio.
  • Tener varias compañías aseguradoras y/o brókers para cada una de las distintas pólizas de seguros de la empresa.
  • Cambios en los procesos de compra.
  • Cambios de proveedores, ya que se piensa que uno nuevo no podrá tener el mismo conocimiento o trato.
  • Cambios de los equipos de comunicación, específicamente de modelos distintos de teléfonos celulares.

Todas estas situaciones, pueden percibirse, desde el punto de vista de algunos empleados, como la pérdida de privilegios. Al final del día, reducir gastos tiene que ver con cambios, y algunos pueden parecer costosos de principio, aunque en nuestros proyectos siempre cuidamos de mantener los niveles de servicio requeridos por la empresa, la percepción de pérdida viene más bien de que los cambios cuestan e incomodan.

Entonces, ¿por qué hacer reducción de gastos? ¿Para qué cambiar lo que funciona? Yo creo que no se puede perder de vista que la perspectiva de una empresa debe ser de largo plazo.

Sin duda tener recursos adicionales para utilizar en el “wish list” es una buena razón para emprender un programa de reducción de gastos pero, adicionalmente, con regularidad vemos consecuencias interesantes como resultado directo de las acciones que se realizan, las cuales impactan positivamente en el día a día:

  • Procesos más confiables en las adquisiciones.
  • Mayor control del uso de los recursos.
  • Conocimiento de cómo se distribuye el gasto en las distintas áreas de la empresa, por empleado, etc.
  • Detalle de cómo se gastan los recursos.
  • Una cultura de eficiencia en el uso de los recursos en general, y no sólo recursos financieros.

Tal vez vale la pena considerar que la reducción de gastos, más que perder privilegios es invertir en el futuro de uno mismo.